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RESUMEN
DE LO ANTERIOR
Gracias
a la sagaz intervención de Esther, la joven de la cual nadie conocía su vida
pasada ni su ascendencia, la comunidad judía de Vilna se ve liberada de la
pesada contribución impuesta por el príncipe Radzivil. Con el reencuentro de
Esther y la princesa María, amigas de la infancia, se renueva esa antigua amistad
y a menudo se las ve pasear juntas por las calles de su ciudad. Los judíos se
sienten orgullosos de esa relación y Rabi Menajem, el esposo de Esther es llamado
por todos "el yerno del rey".
-:-
Mientras
tanto Rabi Shabtai Cohen va cobrando fama en todo el mundo. No tiene más de 40
años y ya es reconocido como Rabán de todos los judíos en el exilio. Sus
comentarios al "Yore-Deáh" se extienden rápidamente y rabinos de todos
los confines del mundo lo reconocen como un "posek posterior" (posek:
el que decide o determina respecto a leyes o normas de la Torá).
Rabi Shabtai también escribió un comentario
sobre el "Joshen Mishpat" pero le faltó el dinero necesario para
imprimirlo, porque los libros que los eruditos solían escribir y dar a conocer
jamás les producían fortuna sino que exigían sacrificios materiales y
espirituales.
Y Rabi Shabtai pensó:
-Tal vez en mi vieja patria natal, en
Lituania, obtenga los medíos necesarios para imprimir mi libro, tan necesario
para todos los que quieren conocer las normas que rigen las leyes y juicios
judíos.
Por ese motivo Rabi Shabtai emprendió viaje
hacia Vilna. Cuando allí se supo de la llegada del "Shaj", se armó un
verdadero alboroto: todos querían ver al gran gaón. Rabi Menajem le pidió lo
honrara visitando su casa y los rabinos y dirigentes comunitarios lo invitarán
a que hiciera uso de la palabra en la sinagoga ese sábado.
La gran sinagoga de Vilna estaba repleta. Los
hombres acudían para oír y aprender. Las mujeres, en el ala destinada a las
mismas, para oír y desearse tener hijos así. Los padres llevaban a sus hijos para
despertar en ellos el ansia de estudiar Torá.
Tras una breve introducción Rabi Shabtai
empezó a hablar sobre un difícil tema del "Baba Metzía", el
"Tokfo Cohen", el cual expuso tan maravillosamente que todas las
dudas y preguntas desaparecieron. La concurrencia estaba admirada. Entre las
señoras que ocupaban el ala de las mujeres también estaba Esther que miraba
extasiada a través de la ventanilla. Sus ojos y oídos no podían separarse del
gaón: una voz como aquella no había escuchado desde su primera infacia. ¿Acaso
seria la voz de su padre, la misma que entonces, en Pinsk, estudiaba el Talmud
sentado junto a su cama? Tuvo que esforzarse para hacer a un lado esos
pensamientos porque, ¿acaso podría ella tener el mérito de ser hija de tan gran
gaón? Acaso había verdaderamente encontrado en él a su padre, al cual había
anhelado y extrañado durante tanto tiempo? Y no solo eso, sino ¡qué padre!, la
más alta personalidad del mundo judío! Ah, si eso fuera posible. ¿Y acaso podría
reconocerla su padre?
Esther trató de calmar su ansiedad:
-No es nada -argumentaba consigo misma- vanas
imaginaciones, no puede ser posible. ¿Quién sabe si mi padre aún vive, si logró
salvarse de los crueles cosacos?
Los rezos en la sinagoga concluyeron. Rabi
Shabtai acompañado por una gran muchedumbre se dirigió a la casa de Rabi
Menajem. Todos consideraban una dicha poderlo rozar tan siquiera o acercarse a
él para observar su radiante rostro y su profunda mirada.
En casa de Rabi Menajem se dieron cita los más
grandes eruditos y las más distinguidas personalidades para honrar al
"Shaj". Todos se consideraban dichosos de haber tenido el mérito de
oír al gran gaón disertando sobre Torá.
Esther sirvió a los visitantes vinos y tortas.
Después de la bendición correspondiente todos exclamaron "Lejaim" y
en el ambiente reinó un aire de festividad. Rabi Menajem levantó su copa de
vino y brindó un "lejaim'" por el Rabi, luego el rabino de Vilna hizo
otro tanto por el anfitrión, "el yerno del rey".
-Qué significa ese nombre? -preguntó asombrado
Rabi Shabtai Cohen.
-Usted debe saber Rabi -dijo uno de los
visitantes- que la esposa de Rabi Menajem es la hija adoptiva del rey, la cual
viviendo en la corte real, al igual que Daniel en la de Nabucodonosor, se cuidó
de no comer alimentos prohibidos por nuestra Torá.
-Esta es nuestra virtuosa Esther, -agregó un
segundo visitante- la amiga de la princesa María.
-¡Ella salvó a nuestra comunidad de la
desgracia! -exclamó un tercero.
-Y viaja en un mismo carruaje con el rey y la
reina y sin embargo es una leal y sincera hija judía -informó un cuarto.
Rabi
Shabtai se puso pálido y un fuerte temblor lo dominó.
-Pero
-pudo decir finalmente con gran esfuerzo- si esa Esther murió durante el
incendio del castillo real.
-¡No! -respondieron todos. ¡No, Rabi, ella no
murió carbonizada! ¡Pero si acá está!
En ese mismo instante Esther entraba al salón.
Cargada con platos y botellas, vinos y confituras, aparecía como la digna ama
de casa.
-¡Disculpe! -Rabi Shabtai se dirigió a Esther-
antes de llegar al palacio real, ¿dónde estuvo usted?
-El rey
-respondió Esther- me encontró en el bosque medio muerta. Hasta el bosque me
había llevado mi padre escapando de las hordas cosacas.
Rabi Shabtai extendió sus brazos y exclamó: ¡Hija
mía, mi Esthercita! ¡Si, si eres igual a Miriam, tu madre, que en paz descanse,
os parecéis como dos gotas de agua!
-¡Papá! ¡También yo lo reconocí de inmediato!
¿Acaso no era el "Tokfo Cohen" lo que estudiaba junto a mi lecho de
enferma?
-¡Sí, sí, así fue! ¡Ah, mi largamente buscada
y añorada hijita!
Fue una
escena verdaderamente conmovedora. Las lágrimas humedecieron muchos ojos de los
que la presenciaron y la emoción embargo a todos por igual hasta que Rabi
Menajem, tomando la mano de Su suegro, exclamó:
¡Ahora soy de verdad el "yerno del
rey" porque mi suegro es el "Shaj", rey en los territorios del espíritu,
rey en la Divina Torá!
¿Qué pluma sería capaz de describir la
felicidad del padre al hallar a la hija que creía perdida para siempre y más
aún, encontrarla de esa forma y en una situación de los que la tan
privilegiada, cuando toda la población judía de Polonia y Lituania se enorgullecía
de ella?
El Altísimo, padre de los huérfanos, se
encargó de la niña perdida y ocupando el lugar del padre la crio El mismo.
Aquello que Rabi Shabtai, junto al ardiente castillo y con el corazón desgarrado
dijera con gran devoción: "Justo es D's en todos sus caminos y rebosante
de amor en todos sus actos" se cumplió íntegramente y en forma concreta.
¿Acaso no había sido obra de D's que justo una hora antes del secuestro de Esther
por los asaltantes, su padre cayera en poder de los mismos y reconociera en el
jefe a un amigo de la juventud, para influir en el mismo ablandando su
endurecido corazón y llevándolo a un estado de ánimo tal que rechazara la
proposición de obligar a la joven a vivir en la deshonra ¡Cuánto tenían ahora
para contarse padre e hija! ¡Qué cierto había resultado lo que predijera la madre
de Esther durante su agonía, respecto a lo mucho que deberían sufrir! ¡Pero el
Todopoderoso envió sus ángeles para salvar al padre y a la hija, para
protegerlos y volver a reunirlos!
¿Y
Ester?
Todas las bondades y excelencias con que D's
la había colmado no le significaban absolutamente nada frente a su reencuentro
con el padre y más aún, ¡qué padre!
Como es fácil de imaginar, todo Vilna vibró
con la alegría del gran gaón. La noticia referente al padre de Esther se
extendió como un relámpago por toda la ciudad y enseguida fue conocida también
en palacio. Al dia siguiente, domingo, el príncipe y la princesa viajaron a Vilna
para congratularse con Esther y conocer a su padre. El príncipe conversó largo
rato con Rabi Shabtai y lo invitó al palacio. Con el gran gaón el príncipe
consultó muchos temas referentes a los judíos y su fe y todas las palabras de
Rabi Shabtai influyeron enormemente para cambiar radicalmente sus conceptos
respecto al ancestral pueblo hebreo. Aquello que la hija sólo consiguió en
parte, el padre lo obtuvo por completo. El príncipe Radzivil se convirtió en
amigo y defensor de los judíos toda su vida e inculcó sus nuevos principios y
conceptos a sus descendientes.
Rabi Menajem tomó a su cargo la impresión del
nuevo libro de su suegro. Rabi Shabtai pasó algunas semanas ordenando sus
escritos y al mismo tiempo, respondiendo a la invitación del príncipe, hizo en
compañía de su hija algunas visitas a palacio. Cierto día el príncipe comunicó
una importante noticia a Rabi Shabtai: habían capturado al jefe de los
asaltantes, Bratislav, el cual fue sentenciado a morir en la "rueda"
(suplicio utilizado en la edad media).
Rabi Shabtai y Esther efectuaron ante el príncipe
numerosas gestiones en favor del prisionero logrando su indulto. El príncipe
invitó a Rabi Shabtai a ir él mismo a la prisión para comunicar la buena noticia
al prisionero.
Obstinado, Bratislav continuaba en la prisión
con su mismo genio indomable de siempre. Se negó a recibir un sacerdote para
confesarse antes de su ejecución. Y de pronto llegó a su lado su único y sincero
amigo, Rabi Shabtai, quien empezó a hablarle suavemente con gran piedad. Y por
efecto de las sinceras palabras de Rabi Shabtai se derritió la dura corteza que
recubría el corazón del delincuente. Confesó ante Rabi Shabtai todos sus
pecados y delitos y un profundo arrepentimiento fue adueñándose de su alma.
Recién entonces lamentó que su próxima e inevitable muerte no le permitiera
utilizar el resto de su vida en buenas acciones que lo redimiesen de sus pecados.
Y Rabi Shabtai le informó en ese momento de la
gracia que el príncipe le concediera. La alegría de Bratislav era desbordante.
Se arrojó a los pies de Rabi Shabtai y besándolos prometió hacerse digno de los
esfuerzos realizados por el Rabi en su favor. Pidió que se le permitiera
ingresar en el ejército del príncipe para combatir por su patria natal. Esa
autorización también le fue concedida. Por diversos actos heroicos y su
valentía frente al enemigo alcanzó rápidamente una alta graduación en el
ejército hasta que cayó, como un héroe, en la victoriosa batalla junto al Dniéster
(1673), en la cual el rey Juan Sobianski derrotó a los turcos.
(Continuará).