lunes, 16 de mayo de 2022

La niña perdida. - Emocionante capítulo 10°.

https://mimusar.blogspot.com/2022/05/la-nina-perdida-emocionante-capitulo-10.html 



RESUMEN DE LO ANTERIOR

Gracias a la sagaz intervención de Esther, la joven de la cual nadie conocía su vida pasada ni su ascendencia, la comunidad judía de Vilna se ve liberada de la pesada contribución impuesta por el príncipe Radzivil. Con el reencuentro de Esther y la princesa María, amigas de la infancia, se renueva esa antigua amistad y a menudo se las ve pasear juntas por las calles de su ciudad. Los judíos se sienten orgullosos de esa relación y Rabi Menajem, el esposo de Esther es llamado por todos "el yerno del rey".

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Mientras tanto Rabi Shabtai Cohen va cobrando fama en todo el mundo. No tiene más de 40 años y ya es reconocido como Rabán de todos los judíos en el exilio. Sus comentarios al "Yore-Deáh" se extienden rápidamente y rabinos de todos los confines del mundo lo reconocen como un "posek posterior" (posek: el que decide o determina respecto a leyes o normas de la Torá). 

 Rabi Shabtai también escribió un comentario sobre el "Joshen Mishpat" pero le faltó el dinero necesario para imprimirlo, porque los libros que los eruditos solían escribir y dar a conocer jamás les producían fortuna sino que exigían sacrificios materiales y espirituales.

 Y Rabi Shabtai pensó:

 -Tal vez en mi vieja patria natal, en Lituania, obtenga los medíos necesarios para imprimir mi libro, tan necesario para todos los que quieren conocer las normas que rigen las leyes y juicios judíos.

 Por ese motivo Rabi Shabtai emprendió viaje hacia Vilna. Cuando allí se supo de la llegada del "Shaj", se armó un verdadero alboroto: todos querían ver al gran gaón. Rabi Menajem le pidió lo honrara visitando su casa y los rabinos y dirigentes comunitarios lo invitarán a que hiciera uso de la palabra en la sinagoga ese sábado.

 La gran sinagoga de Vilna estaba repleta. Los hombres acudían para oír y aprender. Las mujeres, en el ala destinada a las mismas, para oír y desearse tener hijos así. Los padres llevaban a sus hijos para despertar en ellos el ansia de estudiar Torá.

 Tras una breve introducción Rabi Shabtai empezó a hablar sobre un difícil tema del "Baba Metzía", el "Tokfo Cohen", el cual expuso tan maravillosamente que todas las dudas y preguntas desaparecieron. La concurrencia estaba admirada. Entre las señoras que ocupaban el ala de las mujeres también estaba Esther que miraba extasiada a través de la ventanilla. Sus ojos y oídos no podían separarse del gaón: una voz como aquella no había escuchado desde su primera infacia. ¿Acaso seria la voz de su padre, la misma que entonces, en Pinsk, estudiaba el Talmud sentado junto a su cama? Tuvo que esforzarse para hacer a un lado esos pensamientos porque, ¿acaso podría ella tener el mérito de ser hija de tan gran gaón? Acaso había verdaderamente encontrado en él a su padre, al cual había anhelado y extrañado durante tanto tiempo? Y no solo eso, sino ¡qué padre!, la más alta personalidad del mundo judío! Ah, si eso fuera posible. ¿Y acaso podría reconocerla su padre?

 Esther trató de calmar su ansiedad:

 -No es nada -argumentaba consigo misma- vanas imaginaciones, no puede ser posible. ¿Quién sabe si mi padre aún vive, si logró salvarse de los crueles cosacos?

 Los rezos en la sinagoga concluyeron. Rabi Shabtai acompañado por una gran muchedumbre se dirigió a la casa de Rabi Menajem. Todos consideraban una dicha poderlo rozar tan siquiera o acercarse a él para observar su radiante rostro y su profunda mirada.

 En casa de Rabi Menajem se dieron cita los más grandes eruditos y las más distinguidas personalidades para honrar al "Shaj". Todos se consideraban dichosos de haber tenido el mérito de oír al gran gaón disertando sobre Torá.

 Esther sirvió a los visitantes vinos y tortas. Después de la bendición correspondiente todos exclamaron "Lejaim" y en el ambiente reinó un aire de festividad. Rabi Menajem levantó su copa de vino y brindó un "lejaim'" por el Rabi, luego el rabino de Vilna hizo otro tanto por el anfitrión, "el yerno del rey".

 -Qué significa ese nombre? -preguntó asombrado Rabi Shabtai Cohen.

 -Usted debe saber Rabi -dijo uno de los visitantes- que la esposa de Rabi Menajem es la hija adoptiva del rey, la cual viviendo en la corte real, al igual que Daniel en la de Nabucodonosor, se cuidó de no comer alimentos prohibidos por nuestra Torá.

 -Esta es nuestra virtuosa Esther, -agregó un segundo visitante- la amiga de la princesa María.

 -¡Ella salvó a nuestra comunidad de la desgracia! -exclamó un tercero.

 -Y viaja en un mismo carruaje con el rey y la reina y sin embargo es una leal y sincera hija judía -informó un cuarto.

 Rabi Shabtai se puso pálido y un fuerte temblor lo dominó.

  -Pero -pudo decir finalmente con gran esfuerzo- si esa Esther murió durante el incendio del castillo real.

 -¡No! -respondieron todos. ¡No, Rabi, ella no murió carbonizada! ¡Pero si acá está!

 En ese mismo instante Esther entraba al salón. Cargada con platos y botellas, vinos y confituras, aparecía como la digna ama de casa.

 -¡Disculpe! -Rabi Shabtai se dirigió a Esther- antes de llegar al palacio real, ¿dónde estuvo usted?

  -El rey -respondió Esther- me encontró en el bosque medio muerta. Hasta el bosque me había llevado mi padre escapando de las hordas cosacas.

 Rabi Shabtai extendió sus brazos y exclamó: ¡Hija mía, mi Esthercita! ¡Si, si eres igual a Miriam, tu madre, que en paz descanse, os parecéis como dos gotas de agua!

 -¡Papá! ¡También yo lo reconocí de inmediato! ¿Acaso no era el "Tokfo Cohen" lo que estudiaba junto a mi lecho de enferma?

 -¡Sí, sí, así fue! ¡Ah, mi largamente buscada y añorada hijita!

  Fue una escena verdaderamente conmovedora. Las lágrimas humedecieron muchos ojos de los que la presenciaron y la emoción embargo a todos por igual hasta que Rabi Menajem, tomando la mano de Su suegro, exclamó:

 ¡Ahora soy de verdad el "yerno del rey" porque mi suegro es el "Shaj", rey en los territorios del espíritu, rey en la Divina Torá!

 ¿Qué pluma sería capaz de describir la felicidad del padre al hallar a la hija que creía perdida para siempre y más aún, encontrarla de esa forma y en una situación de los que la tan privilegiada, cuando toda la población judía de Polonia y Lituania se enorgullecía de ella?

 El Altísimo, padre de los huérfanos, se encargó de la niña perdida y ocupando el lugar del padre la crio El mismo. Aquello que Rabi Shabtai, junto al ardiente castillo y con el corazón desgarrado dijera con gran devoción: "Justo es D's en todos sus caminos y rebosante de amor en todos sus actos" se cumplió íntegramente y en forma concreta. ¿Acaso no había sido obra de D's que justo una hora antes del secuestro de Esther por los asaltantes, su padre cayera en poder de los mismos y reconociera en el jefe a un amigo de la juventud, para influir en el mismo ablandando su endurecido corazón y llevándolo a un estado de ánimo tal que rechazara la proposición de obligar a la joven a vivir en la deshonra ¡Cuánto tenían ahora para contarse padre e hija! ¡Qué cierto había resultado lo que predijera la madre de Esther durante su agonía, respecto a lo mucho que deberían sufrir! ¡Pero el Todopoderoso envió sus ángeles para salvar al padre y a la hija, para protegerlos y volver a reunirlos!

  ¿Y Ester?

 Todas las bondades y excelencias con que D's la había colmado no le significaban absolutamente nada frente a su reencuentro con el padre y más aún, ¡qué padre!

 Como es fácil de imaginar, todo Vilna vibró con la alegría del gran gaón. La noticia referente al padre de Esther se extendió como un relámpago por toda la ciudad y enseguida fue conocida también en palacio. Al dia siguiente, domingo, el príncipe y la princesa viajaron a Vilna para congratularse con Esther y conocer a su padre. El príncipe conversó largo rato con Rabi Shabtai y lo invitó al palacio. Con el gran gaón el príncipe consultó muchos temas referentes a los judíos y su fe y todas las palabras de Rabi Shabtai influyeron enormemente para cambiar radicalmente sus conceptos respecto al ancestral pueblo hebreo. Aquello que la hija sólo consiguió en parte, el padre lo obtuvo por completo. El príncipe Radzivil se convirtió en amigo y defensor de los judíos toda su vida e inculcó sus nuevos principios y conceptos a sus descendientes.

 Rabi Menajem tomó a su cargo la impresión del nuevo libro de su suegro. Rabi Shabtai pasó algunas semanas ordenando sus escritos y al mismo tiempo, respondiendo a la invitación del príncipe, hizo en compañía de su hija algunas visitas a palacio. Cierto día el príncipe comunicó una importante noticia a Rabi Shabtai: habían capturado al jefe de los asaltantes, Bratislav, el cual fue sentenciado a morir en la "rueda" (suplicio utilizado en la edad media).

 Rabi Shabtai y Esther efectuaron ante el príncipe numerosas gestiones en favor del prisionero logrando su indulto. El príncipe invitó a Rabi Shabtai a ir él mismo a la prisión para comunicar la buena noticia al prisionero.

 Obstinado, Bratislav continuaba en la prisión con su mismo genio indomable de siempre. Se negó a recibir un sacerdote para confesarse antes de su ejecución. Y de pronto llegó a su lado su único y sincero amigo, Rabi Shabtai, quien empezó a hablarle suavemente con gran piedad. Y por efecto de las sinceras palabras de Rabi Shabtai se derritió la dura corteza que recubría el corazón del delincuente. Confesó ante Rabi Shabtai todos sus pecados y delitos y un profundo arrepentimiento fue adueñándose de su alma. Recién entonces lamentó que su próxima e inevitable muerte no le permitiera utilizar el resto de su vida en buenas acciones que lo redimiesen de sus pecados.

 Y Rabi Shabtai le informó en ese momento de la gracia que el príncipe le concediera. La alegría de Bratislav era desbordante. Se arrojó a los pies de Rabi Shabtai y besándolos prometió hacerse digno de los esfuerzos realizados por el Rabi en su favor. Pidió que se le permitiera ingresar en el ejército del príncipe para combatir por su patria natal. Esa autorización también le fue concedida. Por diversos actos heroicos y su valentía frente al enemigo alcanzó rápidamente una alta graduación en el ejército hasta que cayó, como un héroe, en la victoriosa batalla junto al Dniéster (1673), en la cual el rey Juan Sobianski derrotó a los turcos. 

(Continuará).

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