domingo, 3 de abril de 2022

La niña perdida. - Capítulo 8°

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Capítulo 8°

RESUMEN DE LO ANTERIOR 

Esther, la pequeña hijita que Rabi Shabtai Cohén perdiera en la espesura de un bosque durante una de las espantosas matanzas de los cosacos de Jmelnitzqui y que fuera rescatada por el rey de Polonia, inicia en Vilna una nueva vida junto a su esposo, Rabi Menajen, con el cual tiene dos niños. Circunstancias adversas para la comunidad judía de Vilna hacen que Esther se reencuen- tre con su amiga de la infancia, la princesa María, que acaba de casarse con el principe Paul Radzivil responsable de los problemas que amenazan a los judíos. María, deseosa de ayudar a su amiga y a los judíos decide representar frente a su esposo una comedia sumamente especial presentándole a Esther como la princesa Jablonska, una alta dama de la nobleza, conocida por su gran inteligencia y erudición. Ayudada por la misma camarista de la princesa y ataviada como una verdadera reina, Esther regresa al palacio del principe Radzivil, quien la recibe sumamente honrado y complacido. En Esther resurgen todas las maneras y costumbres que aprendiera en la corte del rey y su dominio del idioma francés es perfecto, lo cual la hace interpretar su papel a la perfección. 
 Esther se quedó algunos días en el palacio. María puso en juego toda su habilidad para que su amiga no se viera en la necesidad de comer taref (alimentos no rituales), y que el príncipe Radzivil no se diese cuenta de nada.
  El príncipe se sentia cada vez más interesado y atraído por las conversaciones de la princesa Jablonska. Toda su manera de pensar le resultaba extraña y cada una de sus palabras era para él como el descubrimiento de un nuevo mundo. El desarrollo cultural de Esther no se había interrumpido con su alejamiento de la corte. Las presiones a las cuales la sometieran para que se convirtiera habían despertado en ella todo un mundo de pensamientos y la incitaron a tratar de conocer nuestra Torá y las enseñanzas de nuestros sa- bios. En casa de Rabi Menajem tuvo la mejor oportunidad para ello. Allí aprendió el antiguo y sagrado idioma de la Toráh y de los profetas y también pudo leer los libros de nuestros grandes sabios. De esa forma fue madurado su espíritu a la vez que obtenia un amplio nivel cultural. 
 Incrédula, María escuchaba a su amiga tratando temas elevados con segura suficiencia. Pero eso no la hacía sentir envidia sino orgullo de su amiga. Incluso el principe Radzivil escuchaba como hechizado las palabras de la aparente princesa.
 Durante esos días el principe hasta llegó a olvidar las partidas de caza, que constituían su deporte favorito. Todo su tiempo libre lo pasaba en compañía de su esposa y de la amiga de ésta. 
 Pero no olvíidemos que esto acaecía en el año 1660 cuando apenas se iniciaba la época del humanismo. Cierto, la devastadora guerra de los Treinta Años que se había desatado debido a la intolerancia de la iglesia católica frente a los protestantes y que había sumido al mundo entero en la soledad y la desdicha, enfrió bastante el fervor de los cristianos pero ese debilitamiento aún era inconciente; los filósofos y los espiritualistas aún no habían dado forma a sus sistemas y todo el polvo de la Edad Media con su culto al feudalismo y todo tipo de decretos y normas salvajes aún mantenian fuertemente encadenado al mundo cristiano.
 Los judíos eran los únicos poseedores de una enseñanza limpia, elevada y espiritual que miles de años antes ya se habia afirmado como fundamento y base del judaísmo, Pero en aquellos tiempos se mantenia a los judíos encerrados tras los muros del ghetto por lo cual era totalmente desconocido para el mundo no judío los grandiosos y sublimes conceptos que se encuentran en la Toráh y en los libros de los sabios judíos y no llegaban a vislumbrar siquiera su gran luminosidad. 
 Por eso es fácil imaginarse el fuerte asombro del príncipe Radzivil al escuchar de improviso de labios de una joven dama de la corte conceptos totalmente nuevos sobre los derechos humanos, que todos los hombres tienen el mismo derecho a habitar la tierra de D's, pues un D's los creó a todos y a todos por igual entregó la tierra! 
 Naturalmente el principe Radzívil refutó cortésmente esas ideas, decía que incluso en el caso de que las personas si hubieran sido todas iguales el transcurso de cientos de años había levantado entre ellas una pared. 
 -El hombre común -decía aca- loradamente- fue haciéndose más malo y empeorando a medida que transcurria el tiempo mientras que el noble fue embelleciéndose y mejorando. El campesino desciende al nivel del animal junto al cual ara y el aristócrata aspira a mundos más elevados. Pero el mundo no fue creado para animales por lo tanto pertenece al noble y el campesino es de su propiedad igual que el animal, el caballo o el perro. Todo lo que el campesino gana pertenece a su amo, al noble. Al judío solo se le deja una ilusión de propiedad, se le permite reunir una gran fortuna aparentemente para sí, solo para que después se la entregue integra al feudal, su amo y señor...
 El principe Radzivil no era mejor ni peor que los otros nobles de aquellos tiempos pues todos tenían esos conceptos y de acuerdo a ellos vivian. 
 De esa forma fue aclarándose para Esther como era posible que una persona buena y honrada pudiese demostrar tanta maldad y falta de compasión hacia los judíos. Por ese motivo se esforzó, como primera medida, en combatir esas ideas del principe porque solo entonces le sería posible demostrarle que inhumano era su trato para con los judíos. 
 -Alteza -dijo ella- estoy totalmente de acuerdo con usted de que la diferencia existente entre el noble y el campesino es muy grande, pero ésto no depende del carácter de las personas sino de su educación. La historia nos cuenta de numerosos casos en que individuos de las más bajas esferas sociales llegaron, con una buena educación, a los más altos estratos del reino y de la sociedad. 
 -Sí, -respondió el príncipe- excepciones existen sin duda incluso hasta entre los judíos, pese a que yo los considero creaciones mucho más inferiores que los mismos campesinos porque les falta la luminosidad de la fe cristiana... -   Pero -respondió rápidamente Esther- brilla para ellos la luminosidad del judaísmo que refulge con fuerza inusual! 
 -¿Acaso usted también estudió algo sobre el judaísmo? -preguntó Paul alegre.
 -Seguro que lo hice, principe -dijo Esther con gran seriedad-. En las propiedades del principe Jablonska hay muchos judíos. ¿Acaso es tan asombroso que un pueblo tan eterno haya despertado mi atención? ¡Después de todo ese pueblo ha dado al mundo grandes y numerosos principios morales!
  -¿Y usted -dijo el principe- cree verdaderamente que un judío podría adoptar completamente las maneras de un noble? ¿Realmente usted cree que una mujer judía podría conversar con la misma delicadeza y finura que, por ejemplo, usted? 
 Esther se ruborizó y la princesa acudió en su auxilio: 
 -!Yo creo que sí! -dijo- Yo ya te conté de mi amiga Esther, la que me salvara la vida. 
 -jAh, sí -recordó el principe- esa que a riesgo de su propia vida te arrancó la serpiente venenosa y luego murió en el incendio! 
 -Después del incendio tuvimos una equivocación -le contestó la princesa-. Esther no murió carbonizada. Ella escapó para no tener que renegar de su fe a cambio de riquezas y honores. 
 -Sin duda eso sería un gran paso -dijo el principe Paul pensativo- si tan solo fuera verdad. Yo te diré porque la joven judía escapó de la corte: porque allí se sentía incómoda, la etiqueta de la corte la oprimía porque no podía olvidar las costumbres y el idioma judíos, porque la atraía el comerciar con ropa vieja, la suciedad y el hedor. Para los judíos todo eso es propio de su carácter, y esa casta de gente inferior no se puede cambiar ni mezclar con la nobleza ni la aristocracia como tampoco con las personas que rodean a las mismas. 
 El rostro de Esther se encendió de ira y vergüenza pero María le hizo señas de que se mantuviera tranquila y dijo: 
 -Y qué pasaría si yo te presentase a una mujer judía que vivió seis años en la corte y luego otros seis entre judíos, que se casó con uno de ellos del cual ya le nacieron dos niños judíos pese a lo cual sigue siendo todo una dama que solo necesita ponerse el vestido adecuado para brillar como una verdadera princesa? 
 -Entonces, -dijo el príncipe Paul lentamente- en ese caso, me declararía vencido: condenaría las opiniones que hasta ahora tuve sobre los judíos y aceptaría de inmediato los conceptos de nuestra amiga. 
 -Pero antes que María lleve a cabo la prueba... -empezó a decir Esther. 
  -Debo pedir disculpas a mi esposo por haberlo inducido a un error -la interrumpió María. 
 -¿Y qué error es ése? -preguntó el principe Radzivil. 
  -Permiteme -respondió María- disculparme utilizando ejemplo: en cierta oportunidad un príncipe que estaba de viaje envió a su esposa un valioso diamante de un regalo. Pero el diamante no tenía ningún engarce y la princesa no lo hubiera valorado debidamente por lo cual, el administrador del palacio, al recibir el diamante, lo hizo engarzar en oro y recién entonces se lo entregó a la princesa, la que quedó maravillada con el mismo. Y después, cuando debido al príncipe, el diamante fue sacado del engarce, la princesa no dejó de valorarlo igualmente y de agradecer a su esposo su magnífico regalo. Esposo mío: yo misma tuve un diamante así que quería mostrarte, pero para que lo pudieses valorar como es debido decidí enseñártelo primero dentro de un engarce adecuado. 
 -iMaría, me estás hablando muy enigmáticamente! 
 -Entonces escucha la explicación del enigma: después de una larga y obligada separación volví a encontrar a mi querida amiga Esther. Pero tú no hubieras cruzado ni una sola palabra con la mujer judía. Por eso te la presenté como la princesa Jablonska. Sin poderlo creer el principe miró a Esther. Esther se inclinó respetuosamente.
 (Continuará)

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