jueves, 7 de abril de 2022

!! Gol !!


 

Oneg Shabat


¡!Gol!!

Rab Shalom Shebadron, conocido en el mundo judío como un gran orador, quien conmovió a su audiencia con sus cálidas palabras, era un Talmid Jajam que escribió más de 50 libros. En su juventud fue un gran educador que ocupaba el puesto de Mashguiaj Rujaní en la Yeshivá Tiferet Tzvi y después se convirtió en Rosh Yeshivá de Oholei Shem. Sus alumnos sabían que él los amaba genuinamente y sus palabras de musar tenían como único objetivo construirlos y enderezarlos, y nunca lo contrario. De la siguiente historia podemos darnos cuenta de su astucia para tratar con los alumnos:

 A finales de 1948, después de la fundación del Estado de Israel, Rab Shalom y algunos de sus conocidos organizaban clases de Toráh nocturnas para adolescentes en Jerusalem, quienes, de no asistir a las conferencias, estarían en las calles. Los aires de liberación predominaban en el ambiente y los adolescentes estaban envueltos en pasatiempos, entretenimiento y deportes. Las Yeshivot aún no se habían difundido y muchos niños necesitaban que los guiaran.

 Uno de ellos, Chezky Berkowitz, había asistido diariamente a las conferencias nocturnas y, repentinamente, se ausentó dos días seguidos. Rab Shalom estaba muy sorprendido, así que cuando Chezky faltó la siguiente noche también, decidió ir a visitarlo a su casa. Tal vez estaba enfermo.

  Rab Shalom llegó a la casa de los Berkowitz y Chezky mismo le abrió la puerta. Se veía totalmente sano.

 - ¿Estás bien? -preguntó Rab Shalom.

 -Sí, estoy bien -respondió Chezky-. ¿Por qué pregunta?

 -Bien, nuestro programa de estudio es absolutamente voluntario, por lo que no estás obligado a venir. Pero habías estado asistiendo durante varias semanas a diario y, aparentemente, disfrutabas de las clases. Has faltado durante tres noches seguidas; pensé que estabas enfermo. Por eso vine a visitarte.

  -Gracias por haber venido, pero no estoy enfermo. Regresaré a clases la próxima semana.

 -¿La próxima semana? -preguntó Rab Shalom, incrédulo-. ¿Y qué pasará con el resto de esta semana? ¿Hay algún problema en tu familia?

 -No, Rab. Todo está bien.

 Algo embarazoso se escondía detrás de sus evasivas respuestas.

 - Entonces, dime -insistió Rab Shalom-¿Hay algo que te moleste en las clases?

 Rab Shalom sabía que todo marchaba perfectamente bien en sus grupos de estudio; sin embargo, trataba de envolver a Chezky en una conversación que lo orillara a revelar la verdad. Rab Chezky se resistía mucho y no quería habar, pero Shalom le dijo: 

 -Mira, no te apenes. Tú sabes que te quiero y que soy tu amigo. Chezky se relajó y le dijo pausadamente:

 - Mire, mi vida es el futbol soccer. Me encanta jugar y ver los partidos. Las próximas noches se jugarán partidos decisivos en la serie y quiero verlos. Para mí es muy importante, pero le prometo que la próxima semana volveré a clases. Rab  Shalom escuchó atentamente y le dijo:

 -Dime, ¿cómo se juega futbol? ¿Cuál es el objetivo del juego?

  -Hay dos equipos -explicó Chezky suponiendo que Rab Shalom no tenía ni idea del juego por estar siempre inmerso en el estudio de la Toráh. -Hay dos redes, una en cada extremo de la cancha, y cada equipo trata de meter la pelota dentro de la red del otro. Cuando lo logran, ¡es absolutamente lo más emocionante que hay!

 Los ojos de Chezky fijaron su vista en el partido en la televisión mientras justamente un jugador anotaba un gol.

  Rab Shalom lo miró sorprendido y le dijo:

 -¿Qué tiene eso de especial? Ven conmigo. Te demostraré cómo puedo meter una pelota tras otra dentro de la red.

 - Perdón; olvidé explicarle -dijo Chezky sonriendo, ya que había olvidado un detalle tan importante-. Hay un portero, un hombre que se para en la portería tratando de impedir que entre la pelota.

  Ya veo -dijo Rab Shalom-. Pero, escucha: ¿acaso el portero se para ahí todo el día y toda la noche?

  -Por supuesto que no! -rió Chezky ante la ridícula pregunta-. Únicamente está ahí durante el partido. Después se va a casa y hace su vida normal,

 -¡Maravilloso! -exclamó Rab Shalom, emocionado-. Entonces juguemos tú y yo después de que el portero se vaya a casa y de esa manera podremos anotar tantos goles como queramos.

 -Pero eso no tiene sentido -dijo Chezky, ya un tanto desesperado-. Todo el objetivo es tratar de anotar un gol cuando hay un obstáculo, cuando el portero está tratando de impedir que tu esfuerzo tenga un logro. Si eres capaz de hacer eso, ¡entonces has hecho algo especial!

 Rab Shalom esperó unos instantes para ver si Chezky había captado el mensaje.

 - Exactamente a eso me refiero -dijo Rab Shalom suavemente-... ¡Tú mismo lo has dicho! El éxito es digno de admiración únicamente por haber logrado superar el obstáculo, el portero. Si el portero no está o ya se fue a casa, entonces hasta los niños más pequeños son capaces de anotar goles. ¡No tiene sentido! Si tú vienes la próxima semana, no tiene sentido, porque no hay nada que se interponga en tu camino. Si vienes esta semana habrás hecho algo especial: superar el obstáculo que tienes enfrente. ¡Eso será un gol real!

La siguiente noche Chezky asistió a las clases.

Una anotación para Rab Shalom.

 

¡Ese es el valor de la Toráh y las Mitzvot!

  

שַׁבַּת שָׁלוֹם

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