Oneg Shabat
¡!Gol!!
Rab Shalom Shebadron, conocido en el mundo judío como
un gran orador, quien conmovió a su audiencia con sus cálidas palabras, era un
Talmid Jajam que escribió más de 50 libros. En su juventud fue un gran educador
que ocupaba el puesto de Mashguiaj Rujaní en la Yeshivá Tiferet Tzvi y después
se convirtió en Rosh Yeshivá de Oholei Shem. Sus alumnos sabían que él los
amaba genuinamente y sus palabras de musar tenían como único objetivo
construirlos y enderezarlos, y nunca lo contrario. De la siguiente historia
podemos darnos cuenta de su astucia para tratar con los alumnos:
A finales de 1948, después de la fundación del
Estado de Israel, Rab Shalom y algunos de sus conocidos organizaban clases de
Toráh nocturnas para adolescentes en Jerusalem, quienes, de no asistir a las conferencias,
estarían en las calles. Los aires de liberación predominaban en el ambiente y los
adolescentes estaban envueltos en pasatiempos, entretenimiento y deportes. Las
Yeshivot aún no se habían difundido y muchos niños necesitaban que los guiaran.
Uno de ellos, Chezky Berkowitz, había asistido
diariamente a las conferencias nocturnas y, repentinamente, se ausentó dos días
seguidos. Rab Shalom estaba muy sorprendido, así que cuando Chezky faltó la
siguiente noche también, decidió ir a visitarlo a su casa. Tal vez estaba
enfermo.
Rab Shalom llegó a la casa de los Berkowitz y Chezky mismo le abrió la
puerta. Se veía totalmente sano.
- ¿Estás bien? -preguntó Rab Shalom.
-Sí, estoy bien -respondió Chezky-. ¿Por qué
pregunta?
-Bien, nuestro programa de estudio es
absolutamente voluntario, por lo que no estás obligado a venir. Pero habías
estado asistiendo durante varias semanas a diario y, aparentemente, disfrutabas
de las clases. Has faltado durante tres noches seguidas; pensé que estabas
enfermo. Por eso vine a visitarte.
-Gracias por haber venido, pero no estoy enfermo. Regresaré a clases la
próxima semana.
-¿La próxima semana? -preguntó Rab Shalom,
incrédulo-. ¿Y qué pasará con el resto de esta semana? ¿Hay algún problema en
tu familia?
-No, Rab. Todo está bien.
Algo embarazoso se escondía detrás de sus
evasivas respuestas.
- Entonces, dime -insistió Rab Shalom-¿Hay
algo que te moleste en las clases?
Rab Shalom sabía que todo marchaba
perfectamente bien en sus grupos de estudio; sin embargo, trataba de envolver a
Chezky en una conversación que lo orillara a revelar la verdad. Rab Chezky se
resistía mucho y no quería habar, pero Shalom le dijo:
-Mira, no te
apenes. Tú sabes que te quiero y que soy tu amigo. Chezky se relajó y le dijo
pausadamente:
- Mire, mi vida es el futbol soccer. Me
encanta jugar y ver los partidos. Las próximas noches se jugarán partidos
decisivos en la serie y quiero verlos. Para mí es muy importante, pero le
prometo que la próxima semana volveré a clases. Rab Shalom escuchó atentamente y le dijo:
-Dime, ¿cómo se juega futbol? ¿Cuál es el
objetivo del juego?
-Hay dos equipos -explicó Chezky suponiendo que Rab Shalom no tenía ni idea del juego por estar siempre inmerso en el estudio de la Toráh. -Hay dos redes, una en cada extremo de la cancha, y cada equipo trata de meter la pelota dentro de la red del otro. Cuando lo logran, ¡es absolutamente lo más emocionante que hay!
Los ojos de Chezky fijaron su vista en el
partido en la televisión mientras justamente un jugador anotaba un gol.
Rab Shalom lo miró sorprendido y le dijo:
-¿Qué tiene eso de especial? Ven conmigo. Te
demostraré cómo puedo meter una pelota tras otra dentro de la red.
- Perdón; olvidé explicarle -dijo Chezky
sonriendo, ya que había olvidado un detalle tan importante-. Hay un portero, un
hombre que se para en la portería tratando de impedir que entre la pelota.
Ya veo -dijo
Rab Shalom-. Pero, escucha: ¿acaso el portero se para ahí todo el día y toda la
noche?
-Por
supuesto que no! -rió Chezky ante la ridícula pregunta-. Únicamente está ahí
durante el partido. Después se va a casa y hace su vida normal,
-¡Maravilloso! -exclamó Rab Shalom,
emocionado-. Entonces juguemos tú y yo después de que el portero se vaya a casa
y de esa manera podremos anotar tantos goles como queramos.
-Pero eso no tiene sentido -dijo Chezky, ya un
tanto desesperado-. Todo el objetivo es tratar de anotar un gol cuando hay un
obstáculo, cuando el portero está tratando de impedir que tu esfuerzo tenga un
logro. Si eres capaz de hacer eso, ¡entonces has hecho algo especial!
Rab Shalom esperó unos instantes para ver si
Chezky había captado el mensaje.
- Exactamente a eso me refiero -dijo Rab
Shalom suavemente-... ¡Tú mismo lo has dicho! El éxito es digno de admiración
únicamente por haber logrado superar el obstáculo, el portero. Si el portero no
está o ya se fue a casa, entonces hasta los niños más pequeños son capaces de
anotar goles. ¡No tiene sentido! Si tú vienes la próxima semana, no tiene
sentido, porque no hay nada que se interponga en tu camino. Si vienes esta
semana habrás hecho algo especial: superar el obstáculo que tienes enfrente.
¡Eso será un gol real!
La siguiente noche
Chezky asistió a las clases.
Una anotación para Rab
Shalom.
¡Ese es el valor de la Toráh y las Mitzvot!
שַׁבַּת שָׁלוֹם
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