domingo, 27 de marzo de 2022

La niña perdida. - Capítulo 6°

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Capítulo 6°

RESUMEN DE LO ANTERIOR:

 Esther, la pequeña que el rey de Polonia encontrara medio muerta en el bosque aprovecha el incendio del pabellón real en Lituania (donde la corte se habia trasladado para la época de caza), para escapar tratando de evitar la conversión hacia la cual la estaban presionando. En el camino es secuestrada por un grupo de asaltantes comandados por Bratislava (amigo de la juventud de padre, Rabi Shabtai Cohen) el cual, hallándose aún bajo la influencia beneficiosa del Rabi, al cual acaba de liberar decide respetar a la joven y pedir a la comunidad judía de Vilna que pague un alto rescate por la niña que desconoce el nombre de su padre y que solo sabe que es judía y que asi quiere seguir. Rabi Shabtai Coben, después del incendio del castillo, considera pera siempre a su hija perdida para siempre.
  En Vilna los dirigentes y los rabinos se runieron en la sede comunitaria. Los obreros abandonaron el trabajo para tomar parte en la asamblea extraordinaria. 
 El presidente del tribunal abrió la sesión: 
 -Hermanos -empezó dirigiéndose a los reunidos-, los he convocado debido a una cuestión  importantísima: por un rescate, He recibido un emisario especial del asal- tante Bratislav. Ellos han secuestrado a una joven judía y exigen 3000 gulden de rescate.
  -¿Usted sabe quién es la niña y cómo se llaman sus padres? -preguntó uno de los dirigentes. 
 -No -respondió el rab- la niña dice ser huérfana y haber escapado de sus familiares que la querian forzar a la conversión. El nombre de los familiares no lo quiere decir. 
 -Y por una desconocida así hemos de pagar tanta plata? exclamó el dirigente. Nuestra comunidad está ahora sumamente empobrecida tras los penosos ataques de Jmelnitzki. Rabi, usted sabe que nuestros sabios dicen que por un rescate no hay que pagar más que lo que valdrían como esclavos, pues de lo contrario los asaltantes harían una profesión del secuestro de niños judíos para exigir por ellos gran rescate. Yo propongo que se dé a los asaltantes como máximo 500 gulden y si ellos se niegan a aceptar dicha suma que dejen a la joven donde está.
  -Señor dirigente -respondió el rab- debo hacerle notar que las palabras de nuestros sabios no son tan simples, hay casos de excepción en que se deben pagar rescates mucho mayores. De acuerdo a lo que el emisario nos explicó, los asaltan- tes van a estar sumamente conformes si no se paga ningún rescate, porque la joven es de una extraordinaria belleza y quieren dejársela de regalo a su jefe. Me advirtió muy especialmente que no se regatee. 
 El rab contó con todo detalle lo manifestado por el emisario de los asaltantes: -Una hora antes el jefe había hecho prisionero a un rabino, en el cual reconoció a su único y verdadero amigo de la juventud y lo dejó en libertad; el hombre me habló del heroísmo de la joven que prefiere la muerte antes que renegar de su fe.   Todos se sintieron sumamente conmovidos por el relato del rab, pero el dirigente que hablara en primer término se mantuvo firme: la comunidad está terriblemente empobrecida y no puede hacer grandes sacrificios. Los demás suspiraron con amargura pero debieron reconocer que el dirigente tenia razón,   Rabi Menajem, el más jóven de todos los allí reunidos y que debido a su juventud habia sido aceptado como miembro directivo de la comunidad hacia muy poco, se puso de pie y dijo: 
 -Honorables y distinguidos señores: permitan que en esta oportunidad ayude a la comunidad aliviándole tan dificil cuestión. Yo estoy dispuesto a pagar, de mi propio dinero los 3000 gulden. 
 ¡Larga vida a Rabi Menajem! -exclamaron con alegría y entusiasmo los reunidos. El rab le tendió la mano y dijo: 
 -iQue D's te bendiga, hijo mío, que te devuelva cien veces tu ofrenda de hoy! Rabi Menajem se fue a su casa para informar a su esposa de la decisión y buscar el dinero. La esposa, Gute, lo bendijo por su generosidad y en el mismo día Rabi Menajem acompañó al emisario de los asaltantes para rescatar a Esther. Encontró al jefe en una taberna donde pagó la suma exigida. Luego Bratisava lo compañó hasta la temblorosa Esther. 
 -Trátela bien -dijo el asaltante- ¡Ella se lo merece! 
 Rabi Menajem llevó a Esther a su casa y Gute la recibió con gran consideración.
 -!Pobre niña! -dijo-. ¡Todavia tan joven, tan hermosa y ya has sufrido tanto! 
 -Oh,- respondió Esther- permítame ser vuestra sirvienta. Ustedes pagaran por mí un precio elevado y yo soy de vuestra propiedad. Quiero como una esclava a sus amos.
  -No, no mi niña -le contestó Gute  -serás mi amiga, mi hermana, mi hija, !D's no me dió hijos y para mi eres un preciado regalo que me llega en Su nombre!
  Esther se instaló en la casa de Rabi Menajem . Le contó a sus protectores lo que recordaba de su primera infancia, de la madre y del padre erudito pero nunca hizo mención a su vida en la corte porque seguía temiendo que la llevaran de vuelta por la fuerza y tuviese que luchar por su judaismo . 
  En la casa de Rabi Menajem se conducían en el más alto grado de judaísmo. Allí los pobres y los estudiosos encontraban siempre una puerta abierta y un corazón dispuesto, allí imperaban las más elevadas costumbres judías y el espíritu de la Toráh . Todos los días Rabi Menajem solía escapar de sus grandes negocios para estudiar Toráh hasta bien entrada la noche, pero al mismo tiempo era un extraordinario comerciante que prosperaba en todo lo que emprendia.
  Su esposa Gute poseía las grandes virtudes de una hija judía, era buena y generosa y jamás se le escuchaba una palabra ofensiva. Su mano, como su corazón, estaban siempre abiertos para el pobre. 
 Esther enseguida se sintió cómoda en esa casa, A menudo comparaba esa vida con la anterior en la corte, con sus cacerías y satisfacciones, con los bailes y banquetes pero jamás extrañó aquella época y aquel lujo, por el contrario, en la casa de Rabi Menajem se sentía muy tranquila, animada y dichosa. 
 Pero ese estado de felicidad no duró mucho. Gute era demasiado débil para este mundo, pertenecia a esas naturalezas fuertes de espíritu pero con un cuerpo débil.   Pasaron dos años desde que Esther llegara a casa de Rabi Menajem. Ya tenía catorce años y estaba completamente desarrollada, fisica y espiritualmente. Y fue entonces cuando en cierta oportunidad Gute habló a solas con su marido y le dijo:   -Mi querido esposo: siento que mis días están contados; !pronto deberé abandonar este mundo! 
  -jOh, no puedes hablar así! - exclamó Rabi Menajem con lágrimas en los ojos. 
 -¿Qué voy a ganar con cerrar los ojos a la realidad y engañarme a mí misma? Cuando las hojas de los árboles empiecen a caer me conducirás allí donde muchos descansan en paz. Pero tú aún eres joven y debes tener hijos. ¡Toma por esposa a Esther, ella es una perla sin igual! Rabi Menajem rompió a llorar y le pidió a su esposa que no pensara en cosas tan tristes, pero Gute no olvidó y también habló de ello con Esther. Le pidió que hiciera feliz a Rabi Menajem y no se separase de él cuando ella ya no estuviese en este mundo. 
 También Esther rompió a llorar pidiéndole que no pensara en esas cosas, pero los tristes presentimientos de la abnegada esposa judía se confirmaron y cuando los árboles empezaron a perder sus hojas ella cerró sus ojos para siempre recibiendo sepultura junto a sus antepasados. 
 Rabi Menajem solicitó a su hermana que recibiera en su casa a Esther. La joven vivió alli un año, al cabo del cual contrajo matrimonio con Rabi Menajem. 
                                                                       --..--
Rabi Menajem y Esther eran una pareja feliz, las bendiciones de Gute se cumplieron. A Esther le nació un varón y luego una niña a la que llamaron Gute.   Con el nacimiento de los niños la felicidad de ambos fue completa, pero de pronto oscuras nubes se extendieron sobre el horizonte de la comunidad de Vilna. El príncipe Paul Radzivil, virrey de Lituania, fijó a la comunidad tribución de 100 mil ducados de oro judia para armar el ejército que el principe debía llevar a la guerra entre Polonia y Suecia. Para la comunidad resultaba totalmente imposible pagar esa suma que para aquellos tiempos era inconmensurablemente grande. Le explicaron al principe la imposibilidad de reunir en Vilna una suma tan colosal, pero él no quiso escuchar los argumentos y amenazó con expulsar de Vilna a los judíos si no cumplían en el tiempo estipulado. 
 En aquellas épocas no se sabía de derechos ni de justicia sino de la fuerza: el fuerte siempre tenia razón sobre el débil. 
 ¿Qué pueden hacer los judíos frente a circunstancias tan apremiantes? Sólo rogar al Altísimo. Decretaron días de ayuno, dijeron Selijot, rezaron. Las sinagogas estaban repletas de preocupados judíos. Enviaron al principe delegaciones, una tras otra, pero ninguna pudo obtener nada. 
 Virtuosas judías acudieron a la princesa, pero ella les explicó que el marido le había prohibido terminantemente mezclarse en dichas cuestiones. 
 También en casa de Rabi Menajem imperaba una profunda tristeza. Rabi Menajem contó a su esposa del pedido de las mujeres a la princesa y de su inutilidad. 
 Cómo se llama la princesa? preguntó Esther. - ¿Hija de quién es? 
 -?Acaso no lo sabes? -le respondió Rabi Menajem asombrado. La esposa del principe Radzivil es hija del rey de Polonia, su única hija María. 
 Al oír esto Esther se atemorizó. María... !su querida hermana esposa del terrible Aman!. Un rayo de esperanza se filtrò en el corazón de Esther. 
 -Voy a ver a la princesa! -exclamó. 
 -?Qué utilidad reportara éso? – preguntó Rabi Menajem. 
 Y entonces, por primera vez, Esther contó a su marido todo su pasado. Rabi Menajem escuchaba con asombro.
 -¿Entonces tú eres aquella valiente Esther, de la cual tanto se habló entre nosotros?. ¡Y yo soy el feliz mortal que tiene por esposa a la heroica hija judía que rechazó los títulos y honores con tal de seguir fiel al judaísmo! Oh, Señor del Mundo, ¿cuáles fueron mis méritos para que Tú me bendigas así? 
 Rabi Menajem estaba frente a su esposa con un sentimiento de elevado respeto.   !Que D's te compañe! -dijo finalmente- !y que el Altísimo te ayude en tu misión!   Esther se puso sus mejores ropas y sus más valiosas alhajas. Rabi Menajem alquiló un carruaje que condujera a su esposa al palació del principe, el cual estaba a media hora de viaje de Vilna 
 !Ah, con qué fuerza latia el corazón de Esther mientras viajaba a lo de su amiga de la infancia!                                                                          --..--
 Maria, la princesa Radzivil, estaba sentada en su cuarto escribiendo a sus reales padres. Durante mucho tiempo penó por su joven amiga la cual, según ella creía, había muerto en forma tan espantosa. 
  Pero finalmente el tiempo y los tumultuosos sucesos le brindaron con suelo y renació en ella la alegría. Hacía pocos meses se había convertido en la esposa del principe Radzivil, los festejos de la boda en Cracovia habían terminado hacía unas semanas y ahora estaba feliz de vivir lejos de la bulliciosa corte. En la carta a sus padres expresaba su dicha y felicidad. Y fue entonces cuando le anunciaron que una mujer judía pedia ser recibida. 
 -!Oh -dijo María- nuevamente la vieja historia en la cual no me puedo mezclar! ¡Qué penoso resulta no poder ayudar! Prefiero no escuchar el pedido. Querida, dile a la judía que no la puedo recibir. 
 La ayuda de cámara salió pero volvió a entrar enseguida gracias a la moneda de oro que Esther le diera.
 -Alteza -dijo la joven- la mujer judía dice que no quiere molestar a su Alteza Real con un pedido sino que desea hacerle una importante revelación. 
 -iQue entre! 
 Al entrar, Esther se encontró frente a frente con su amiga de los años juveniles, la hija del rey. Si, era realmente su amiga, pero cuánto más bella y crecida estaba! Oh, con cuánto gusto se hubiera abrazado a ella y dos grandes lágrimas rodaron por sus mejillas. 
 -?Llora, buena mujer? -dijo la princesa- No se imagina cuánto lamento no poder ayudar: mi marido me prohibió terminantemente inmiscuirme en esta cuestión.   -  -Yo no quiero hablar de ese triste suceso, Alteza -respondió Esther- yo solo deseo comunicarle. una noticia que le interesará. 
 -iHablad!
  -En una época Su Alteza Real tuvo una joven amiga, una judía.. 
 -!La pobrecilla Esther, que murió durante el incendio del pabellón de caza!
 -Ella vive, no murió! 
 -?Qué está diciendo? 
 -!Ella vive! Recordad solamente, Alteza, el árbol junto a la ventana del dormitorio. Sobre ese árbol se encaramó y escapó. 
 -Escapó? ¡La desagradecida! Y durante tanto tiempo la lloré como muerta! 
 -No fue ingratitud -dijo Esther sin poder contener las lágrimas- le exigían que se convirtiera y renegara de la fe de sus antepasados. Por eso escapó. 
 -¿Y cómo sabe usted eso? 
 Esther ya no pudo contenerse, y tomando la mano de la princesa la cubrió de besos y lágrimas. 
 -María! -murmuró finalimente. -!¿Podrás perdonar a Esther?! ¡Yo soy Esther, la Esther que tú creías perdida! 
 María se sobresaltó y abrazándose a su amiga también rompió a llorar. 
 -¡Mi amiga, mi hermana! -exclamó la hija del rey - ?cómo podría estar enojada contigo? ¡No, tú no fuiste ingrata! ¡Tú actuaste con rectitud y cortesía! 
(Continuará)

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